El poder del ejemplo. Todo padre debería recordar que algún día su hijo va a seguir su ejemplo en lugar de su consejo. 

Cómo se educa a alguien, mujer y hombre, para ser un héroe? Con el ejemplo, ni más ni menos. Hay apoyos, claro está, como podría ser platicar con ellos con respecto a los principios del ideal heroico, darles lecturas sobre el tema, educarlos en el arte de ser valientes por vía de ayudarlos a enfrentar, poco a poco, sus miedos – sean los que sean –, sentirse orgullosos cu- ando defienden a alguien que lo necesita, y luego expresárselos, y muchos más en el mismo orden.

Sín embargo, en la hora final, la enseñanza más poderosa, más trascen- dente, es y siempre será la congruencia, la integ- ridad; la transmisión di- recta de estos ideales en la práctica personal. No se puede decir a alguien “no mientas” cuando suena el teléfono y le pedimos “di que no estoy”. No se pu- ede esperar que alguien no se burle o aproveche de otros cuando, en una re- unión, tomamos ventaja de la debilidad del otro y nos mofamos de él… hac- emos sarcasmo e ironía. No se puede pedir a una persona que sea honor- able cuando preferimos hacer lo que sea para salirnos con la nuestra… lo-que-sea. Las palabras, y las intenciones, no sir- ven para nada cuando el abrumador peso de la ac- ción antecede nuestras palabras.

¿Qué es un héroe entonces?

Siguiendo la pauta de Phillip Zimbardo, que pa- rece ser uno de los pocos psicólogos que está haci- endo trabajo serio de in- vestigación en esta área, tendríamos que decir que es alguien que defiende sus principios hasta el final – principios bon- dadosos y justos – y que es capaz de poner el riesgo su integridad o hasta su vida, en defensa de otros. Alguien capaz de sacrifi- carse por una causa noble. Bien, ya está, ya lo hemos definido. ¿Y ahora, qué sigue?

Hacer, justamente, el sac- rificio, que duele, y mucho. Salir a la calle y poner el ejemplo, aun a costa de perder beneficios perso- nales o comodidades. Se los digo ahora y se los digo con toda la gravedad que puedo: somos seres humanos, aprendemos en el error y la falla, cierto. Todos hemos sido malos algunavez…oaprovecha- dos y mordaces… Así es nuestra naturaleza. Pero eso si, la falta de calidad humana no está en el er- ror, sino en la repetición consciente, en el saber que estamos obrando con ego, envidia, coraje, y no dejar de hacerlo.

Todo aquel que actúa de esta forma, y lo sabe, pierde automáticamente el derecho de quejarse, el derecho a decir “esto es injusto”… pierde el derecho a decir “no era mi intención, ¿por qué me tratan así?, ¿por qué me ocurre esto?, ¿por qué el mundo está tan mal?” Si queremos una sociedad mejor, un lugar mejor, en el que todos, todos, la pasemos bien y seamos felices, hay que salir allá afuera y contribuir con nuestro esfuerzo, por pequeño que sea. El efecto va a ser inspirador, por si mismo, y créanme, va a afectar positivamente a todo aquel con el que en- tremos en contacto, sobre todo a las personas que nos son más cercanas. La pregunta, entonces, no es “qué es un héroe”, sino “quién”… Quién es un héroe.

Nuestros hijos, nuestros sobrinos, nuestros ami- gos, necesitan ejemplos poderosos. ¿Quién nos ha dicho, para empezar, que hay que salvar al mundo, forzosamente, para ser un héroe? Con hacer el bien a quienes amamos, y vivir según esa congru- encia, basta. Los invito a vivir según esa creencia, y a plantar la semilla en otros. Todos queremos un mundo mejor, un mun- do seguro, un mundo de héroes. Empecemos por nosotros mismos.

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